Artículo escrito en mayo de 1999 por el sociólogo Sergio González Miranda, Director del Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Arturo Prat, Iquique, Chile.
La cultura obrera y la crisis del año 30
Nada hacía presagiar a comienzos de 1930 que la crisis que llegaría a la pampa salitrera como un remolino de arena, tocaría de pies a cabeza a todos, sin excepción. En los años 1928 y 1929 hubo un repunte respecto de los inmediatamente anteriores en la exportación del nitrato en el mercado internacional.
EI trabajador de la pampa, no siempre previsor, cuando llegó la depresión del 30', no lo creyó, pensó incluso que ojalá no fuera como la crisis del año veinte. No, no sería igual, sería definitivamente peor, sería la gran crisis. Esa que obligó a la partida definitiva de regreso al campo, a la sierra, a los conventillos de Santiago, a los albergues de Iquique (...)
Ya no bajaban de la pampa en busca de justicia y de un peso equivalente a 18 peniques. Bajaban en busca de pan, de porotos cocidos y de trabajo en lo que fuera, aunque significara transformarse de patizorro a estibador, de botarripios a lanchero o de corrector a simple pescador; nada era extraño en la crisis, todo era posible, aunque significara una metamorfosis impensada en tiempos de auge. AI cabo para el pampino, hombre nuevo creado en el desierto como acto de creación, nada era imposible, muchos ya habían vivido el cambio absoluto años antes cuando de campesino se transformaban en pampino. Sabemos de quechuas cochabambinos, quienes al cabo de años en las salitreras fueron obreros ilustrados, y que formaron después los primeros gremios en Bolivia. Arrieros argentinos, cuyanos como se les conocía, terminaron como herreros, talabarteros o propios.
EI trabajador de la pampa, no siempre previsor, cuando llegó la depresión del 30', no lo creyó, pensó incluso que ojalá no fuera como la crisis del año veinte. No, no sería igual, sería definitivamente peor, sería la gran crisis. Esa que obligó a la partida definitiva de regreso al campo, a la sierra, a los conventillos de Santiago, a los albergues de Iquique (...)
Ya no bajaban de la pampa en busca de justicia y de un peso equivalente a 18 peniques. Bajaban en busca de pan, de porotos cocidos y de trabajo en lo que fuera, aunque significara transformarse de patizorro a estibador, de botarripios a lanchero o de corrector a simple pescador; nada era extraño en la crisis, todo era posible, aunque significara una metamorfosis impensada en tiempos de auge. AI cabo para el pampino, hombre nuevo creado en el desierto como acto de creación, nada era imposible, muchos ya habían vivido el cambio absoluto años antes cuando de campesino se transformaban en pampino. Sabemos de quechuas cochabambinos, quienes al cabo de años en las salitreras fueron obreros ilustrados, y que formaron después los primeros gremios en Bolivia. Arrieros argentinos, cuyanos como se les conocía, terminaron como herreros, talabarteros o propios.
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